15/02/2025
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El 15 de febrero de
2024 se realizó una reunión multireligiosa en Abu Dabi, capital de los Emiratos
Árabes Unidos, denominada Día de la
Armonía, cuyo epicentro fue la inauguración de un templo hindú. Con motivo
de este evento, el Vicario Apostólico de
Arabia Meridional, Monseñor Paolo Martinelli O.F.M. dio un discurso ante la
asamblea de representantes de las diversas religiones congregados a tal efecto.
Leamos una parte del mismo:
“Visité
su templo sagrado y me pareció maravilloso. Es una belleza que nos
recuerda la relación fundamental que tenemos con Dios. Necesitamos un lugar
así, que nos mantenga en contacto con Dios. Muchas gracias.
[Este fragmento fue improvisado, no figura en el texto oficial, pero sí en el
video]. Termino expresando la alegría de la
Iglesia católica por la inauguración de este nuevo templo en Abu Dhabi.
Representa una contribución a la armonía basada en la relación con Dios. Cada
lugar de culto recuerda a la gente que sin Dios, los seres humanos están
perdidos. Con Dios, la humanidad puede renacer. Este nuevo templo es un
lugar para que mis hermanos y hermanas hindúes oren y fortalezcan la armonía
con Dios. El documento sobre la Fraternidad Humana afirma que la
libertad religiosa constituye un pilar fundamental de la convivencia civil.
La inauguración del nuevo templo hindú también expresa la libertad de culto en
los Emiratos Árabes Unidos, donde la tolerancia y la convivencia se consideran
valores fundamentales, alentando a los creyentes de diversas confesiones a dialogar
y comprometerse en la construcción de un mundo más fraterno en paz y
armonía. La armonía con Dios conduce a la armonía con todas las personas y con
toda la creación.”
Cualquier católico
medianamente instruido sabe que lo expresado por el obispo italiano es
incompatible tanto con la doctrina católica (me refiero al magisterio de la
Iglesia previo al CVII, naturalmente) como con la revelación bíblica. Y es
consciente de que estas declaraciones del fraile franciscano constituyen una
patente profesión de modernismo, liberalismo e indiferentismo religioso, falsas
doctrinas condenadas en reiteradas ocasiones por el magisterio de la Iglesia,
en particular, desde la revolución iluminista de 1789 hasta el ya mencionado
CVII el cual, de manera sutil pero no menos real, las integró en sus actas
oficiales. No es éste el lugar para lanzarme a una demostración de lo dicho,
remito a lo enseñado por el auténtico magisterio católico durante dos milenios
hasta el CVII y a la abundante bibliografía que existe al respecto.

Monseñor Martinelli
cita el Documento sobre la Fraternidad
Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común,
firmado por Francisco y
el Gran Imán Ahmed Al-Tayeb en febrero de 2019 en la misma Abu Dabi, en cuyo
texto puede leerse la siguiente apología blasfematoria del pluralismo religioso
como nota esencial de la humanidad querida positivamente por Dios:
“El
pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son
expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres
humanos.”
Tengamos presente que
el indiferentismo religioso siempre ha sido el objetivo principal de la
masonería y de su ideología -el liberalismo-, en su combate secular contra la
Iglesia y el régimen político de la Cristiandad. Este siniestro objetivo ha
sido ejecutado a través de la revolución jacobina de 1789 en su faz temporal, y
mediante el CVII en su dimensión religiosa.
Esto significa que, desde una perspectiva natural y puramente humana, los
enemigos de la Iglesia y del orden social cristiano han vencido.
La apostasía de la
naciones otrora hijas fieles de la Iglesia, y la de la misma jerarquía del
Cuerpo Místico de Cristo, infiltrado en su elemento humano hasta su cima por
los partidarios de la secta modernista, se encuentra prácticamente consumada. No
olvidemos que San Pablo nos ha alertado claramente acerca de lo que sobrevendrá
a la humanidad con posterioridad a la defección generalizada de la fe católica
(Cf. II Tes. 2, 3).
Cuando, entre
muchísimos otros atentados contra la fe católica, la cúpula eclesiástica se
regocija públicamente por la inauguración de templos paganos y cuando el
supuesto Vicario de Cristo en la tierra nos notifica la bondad intrínseca que
poseen todas las religiones, las cuales serían deseadas por Dios en cuanto
tales ab initio mundi, considero que
el escatológico vaticinio paulino se está realizando en vivo ante nuestros ojos
y que no comprender este hecho constituye un síntoma de ceguera espiritual y
una actitud insensata de negación de la realidad.
Me apresuro a precisar
que estos dos incidentes que he citado no constituyen dos escandalosas e
inexplicables excepciones, sino que conforman la regla de lo que viene
aconteciendo desde hace más de medio siglo. Para aquellos despistados que se
frotarán los ojos, incrédulos ante mi pública denuncia, acompañando el mecánico
ademán con una sonrisa condescendiente, dedicaré lo que resta de esta
publicación a ilustrar lo que sostengo con otros ejemplos de lo que no vacilo
en calificar de auténtica profesión de fe modernista por parte de la jerarquía
católica conciliar y, lisa y llanamente, de “apostasía vaticana”.
Bergoglio dirigió un
mensaje a los participantes de la conferencia conmemorativa del centenario de
la primera Conferencia de todas las
religiones el 30/11/2024, evento denominado Conferencia interreligiosa mundial que
duró tres días y que tuvo lugar en la Sala Clementina del Vaticano, en recuerdo
de aquella organizada un siglo atrás por Sree Narayana Guru, “maestro
espiritual” hindú. Veamos lo que enseñó el “Santo Padre”:

“Todas
las religiones enseñan la verdad fundamental de que, como hijos de un solo
Dios, debemos amarnos y honrarnos unos a otros, respetar las diversidades
y las diferencias en un espíritu de fraternidad e inclusión, y cuidar de
los demás y de la Tierra, nuestro hogar común. El incumplimiento de las nobles
enseñanzas de las religiones es una de las causas de la problemática
situación en que se encuentra hoy el mundo. Nuestros contemporáneos
redescubrirán el valor de las elevadas enseñanzas de las tradiciones
religiosas sólo si nos esforzamos por vivirlas y por cultivar relaciones
fraternas y amistosas con todos, con el único objetivo de fortalecer la unidad
en la diversidad, asegurar la coexistencia armoniosa en medio de las
diferencias y ser constructores de paz a pesar de las dificultades y los
desafíos que debemos afrontar.”
Para conmemorar el
segundo aniversario del Día Internacional
de la Fraternidad Humana proclamado por las Naciones Unidas, Bergoglio grabó un mensaje de video el 4 de
febrero de 2022. Seguidamente transcribo una parte del mismo, totalmente
impregnado de naturalismo, inmanentismo e indiferentismo religioso:
“En estos años hemos
caminado como hermanos conscientes de que, respetando nuestra respectivas culturas y
tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad (...) Todos vivimos bajo el mismo cielo,
independientemente de dónde y de cómo vivimos, del color de la piel, de la
religión, de la clase social, del sexo, de la edad. (…) Lo repito una vez más:
solos no nos salvamos. Vivimos todos bajo el mismo cielo, y en el nombre de
Dios, nosotros que somos sus criaturas, debemos reconocernos hermanos y
hermanas. Como
creyentes, pertenecientes a distintas tradiciones religiosas, tenemos un papel que cumplir. ¿Cuál será?
Ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y su oración al Cielo.
Levantemos los ojos al Cielo, porque quien adora a Dios con un corazón sincero
ama también al prójimo. (…) Vivimos todos bajo el mismo cielo. Hoy es el tiempo
oportuno para caminar juntos. No lo dejemos para mañana o para un futuro
que no sabemos si llegará; hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos, los creyentes y todas las
personas de buena voluntad, juntos. Es un día propicio
para darse la mano, para celebrar nuestra unidad en la diversidad (…)
para decir a las comunidades y a las sociedades en las que vivimos que ha
llegado el tiempo de la fraternidad. (...) El camino de la fraternidad es largo,
difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad.”
A continuación cito un fragmento de los habituales saludos dirigidos a
las diferentes religiones paganas con ocasión de algunas de sus “festividades”,
algo que se ha vuelto una “tradición” en la Iglesia desde el CVII. En este
caso, se trata del mensaje enviado por el Pontificio Consejo para el Diálogo
Interreligioso a los hindúes con ocasión de la fiesta de Deepavali
el 21/10/2019.
“Queridos
amigos hindúes, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales
saludos y sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año
celebráis el 27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros
corazones y hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a
vuestras familias y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu
de hermandad entre vosotros. (…) La religión nos inspira
fundamentalmente a “ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar”
-Francisco y Ahmaed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/
2019-. (…) Sólo cuando los seguidores de las religiones se exigen a sí
mismos una vida coherente con su ética religiosa, pueden ser vistos como
personas que desempeñan realmente su papel de constructores de paz y de
testigos de nuestra humanidad compartida.”
Leamos ahora un pasaje
de la Carta a todos los consagrados y
consagradas, enviada el 18/01/2021 por la Congregación para la vida consagrada a todos los religiosos
católicos del orbe:
“El
Papa Francisco, inspirándose en san Francisco, fundador e inspirador de tantos
institutos de vida consagrada, ensancha el horizonte y nos invita a ser constructores
de fraternidad universal, custodios de la casa común: de la tierra y de
toda criatura (cf. Laudato si’).
Hermanos y hermanas de todos, independientemente de la fe, de las
culturas y de las tradiciones de cada uno, porque el futuro no es
“monocromático” (n. 100) y el mundo es como un poliedro que deja
transparentar su belleza, precisamente a través de sus diversas caras.
Se trata entonces de abrir procesos para acompañar, transformar y generar; de
elaborar proyectos para promover la cultura del encuentro y del diálogo
entre pueblos y generaciones diversas; partiendo de la propia comunidad
vocacional para alcanzar luego cada rincón de la tierra y cada criatura porque
(…) todo está conectado (cf. Laudato
si’). “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la
misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a
todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno
con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli Tutti n. 8).”
Como lo habrán
advertido, el mensaje es siempre el mismo: promover y hacer tomar conciencia de
la unidad y la fraternidad del género humano, al margen de la “tradición religiosa”
profesada por cada comunidad, cada cual constituyendo una cara del gran
poliedro que conforma la “humanidad” en su conjunto, quedando así firmemente
establecida la “unidad en la diversidad” de la especie humana, tantas veces
proclamada por “Francisco”, en perfecta armonía con el ideario masónico.
Creo oportuno destacar que la masonería
española emitió un comunicado alabando la encíclica de “Francisco”, Fratelli Tutti, a través del Gran Oriente Español:
«Hace
ahora 300 años se produjo el nacimiento de la Masonería Moderna. El gran
principio de esta escuela iniciática no ha cambiado en tres siglos: la
construcción de una fraternidad universal donde los seres humanos se llamen
hermanos unos a otros más allá de sus credos concretos, de sus
ideologías, del color de su piel, su extracción social, su lengua, su cultura o
su nacionalidad. Este sueño fraternal chocó con el integrismo religioso que, en
el caso de la Iglesia Católica, propició durísimos textos de condena a la
tolerancia de la Masonería en el siglo XIX. La última encíclica del Papa
Francisco demuestra lo lejos que está la actual Iglesia Católica de sus antiguas
posiciones. En Fratelli Tutti, el Papa abraza la Fraternidad Universal,
el gran principio de la Masonería Moderna. “Anhelo que en esta época que
nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer
renacer entre todos un deseo mundial de hermandad”, expresa abogando por
una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona
más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya
nacido o donde habite. Para la construcción de esa Fraternidad Universal, el
Papa aboga por perseguir el horizonte de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, “no suficientemente universales”.

Veamos ahora dos
esclarecedoras citas, esta vez, de Benedicto XVI.
La primera es de enero de 2011, tras haber convocado “Asís IV”, con motivo del
25 aniversario de “Asís I”, convocado por Juan Pablo II en octubre de 1986. La
segunda es de octubre del mismo año, luego de celebrado el encuentro
interreligioso:
“Queridos
hermanos y hermanas, en el Mensaje para la Jornada de la Paz de hoy subrayé que
las grandes religiones pueden constituir un importante factor de
unidad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este
año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada mundial de oración por
la paz que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el
próximo mes de octubre, iré como peregrino a la ciudad de san Francisco,
invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas
confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del
mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin
de recordar ese gesto histórico querido por mi predecesor y de renovar
solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de
vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien
está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien construye paz
no puede menos de acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta iniciativa desde
ahora con vuestra oración.”
“Distinguidos
huéspedes, queridos amigos: Os acojo esta mañana en el palacio apostólico y os
agradezco una vez más vuestra disponibilidad a participar en la Jornada de
reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que celebramos
ayer en Asís, veinticinco años después de aquel primer encuentro histórico (…)
Mirando hacia atrás, podemos apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo
II al convocar el primer encuentro de Asís, y la necesidad continua de
hombres y mujeres de distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje
del espíritu siempre es un viaje de paz.”[17]
En una
aplicación práctica emblemática de los documentos conciliares sobre la libertad
religiosa, el ecumenismo y la relación de la Iglesia con las religiones no
cristianas, Juan Pablo II convocó
por vez primera a las “grandes tradiciones religiosas” a una asamblea
interreligiosa en Asís, en el año 1986 -que luego repetiría dos veces más-,
para “rezar por la paz en el mundo”. Leamos dos de sus declaraciones en dicho
encuentro:
“Las religiones son muchas y variadas, y reflejan el deseo
de los hombres y las mujeres de todos los tiempos de entrar en relación con el
Ser Absoluto. La oración supone de parte nuestra la conversión del corazón. Lo
cual significa una profundización en nuestro sentido de la realidad última.
Ésta es la verdadera razón de nuestro encuentro en este lugar. Desde aquí
iremos a los distintos sitios de oración. Cada religión tendrá el tiempo y
la oportunidad de expresarse en su propio rito tradicional. Luego, desde
los distintos lugares de oración, caminaremos en silencio hacia la plaza de la
basílica inferior de San Francisco. Una vez reunidos en la plaza, de nuevo cada
religión tendrá la posibilidad de presentar su propia oración, una después
de otra.”[19]
“Sí, está la dimensión de la oración, que, a pesar de la
diversidad real de las religiones, busca expresar la comunicación con un
poder que está por encima de todas nuestras fuerzas humanas. La paz depende
fundamentalmente de este poder que llamamos Dios y que, como creemos los
cristianos, se ha revelado en Cristo. Este es el significado de este día de
oración. Por primera vez en la historia nos hemos reunido de todas partes, iglesias
cristianas y comunidades eclesiales y religiones del mundo, en este lugar
sagrado dedicado a San Francisco para testimoniar ante el mundo, cada uno
según su propia convicción, la cualidad trascendente de la paz. La forma y
el contenido de nuestras oraciones son muy diferentes, como hemos visto, y no
es posible reducirlas a una especie de denominador común.”[20]
Juan
Pablo II orando por la paz en el mundo en Asís en 1986
Cito seguidamente a Juan Pablo II en
una audiencia de septiembre de 1998 en la que expone el fundamento del
ecumenismo puesto en práctica desde el CVII:
“Ante
todo, es preciso tener presente que toda búsqueda del espíritu humano en
dirección a la verdad y al bien, y, en último análisis, a Dios, es suscitada
por el Espíritu Santo. Precisamente de esta apertura primordial del hombre con
respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen encontramos
fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una
experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los
demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las
diversas religiones. En todas las auténticas experiencias religiosas la
manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la
constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a
trascenderse, podemos afirmar que toda oración auténtica está suscitada por
el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada
hombre.”[21]
Para concluir, brindaré una cita del Cardenal
Karol Wojtyla del año 1976, la cual ilustra perfectamente la forma mentis de los adalides de la mortífera
doctrina modernista, condenada de manera categórica por San Pío X en su
encíclica Pascendi, error devastador
de la fe, letal herejía naturalista, ubicua y multiforme en el magisterio post conciliar,
de raíz gnóstico-panteísta, y que socava los fundamentos, no sólo de la
doctrina católica, sino de la posibilidad misma de una revelación divina
extrínseca al hombre, recibida de un Dios que trasciende infinitamente la
conciencia humana:
“A este Dios confiesa el trapense o el camaldulense en su
vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto, cuando llega la hora de la oración. Y tal vez también el
budista que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando
el camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a
todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa
trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará
colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia de
la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones también
el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al hombre de
Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre Dios y el
espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho particularmente
consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha logrado redefinir, en el
Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.”[22]
ANEXO SOBRE EL MODERNISMO
1. “Dios no puede ser Dios sin el hombre”
Con estas palabras, Francisco expresa
acabadamente la tesis central de la gnosis panteísta y evolucionista, la de un
Hegel o un Teilhard de Chardin, por ejemplo, y de todos los teólogos
modernistas, a pesar de que la mayoría toma precauciones oratorias para
disfrazar su pensamiento con un lenguaje cristiano y así poder engañar mejor a
los fieles desprevenidos.
Esta tesis del gnosticismo consiste en
lo siguiente: Dios, es decir, el espíritu universal y absoluto, va tomando conciencia
de sí mismo de manera progresiva en el transcurso del proceso evolutivo, hasta
alcanzar la plenitud a través de la conciencia del ser humano. La gnosis es la
expresión conceptual del “seréis como dioses” con el que la Serpiente tentó a
Eva en el jardín del Edén y es, básicamente, en lo que consistirá la religión
mundial del Anticristo.
La libertad religiosa, el ecumenismo y el “diálogo interreligioso”, adoptados
por Roma desde el CVII, es de fundamento gnóstico: Dios habita en lo profundo
del psiquismo de cada hombre, y eso es lo esencial: las diferencias dogmáticas
son secundarias y no deben ser un obstáculo para el establecimiento de la
unidad religiosa del género humano.
La “presencia” de la divinidad en nosotros es lo que nos une, y este vínculo es
mucho más importante que las divergencias teológicas que nos separan, que no
son más que maneras subjetivas -relativas a cada cultura, provisorias y
mutables-, de expresar la experiencia primordial de la unión con Dios que cada
ser humano vive en la intimidad de su conciencia, en lo que los modernistas
llaman la “inmanencia vital”. Dios es así concebido como “inmanente” al hombre,
no es más un ser “trascendente”, exterior al ser humano y a su conciencia, lo
que implica una visión panteísta de la realidad.
Pues bien, ésta es precisamente la
religión profesada por Francisco. El panteísmo excluye, por definición, la
alteridad Creador-creatura, el pecado, la condenación eterna, la Redención,
etc. Y, huelga decirlo, es totalmente incompatible con la religión bíblica y
destruye a la base los cimientos sobre los que se apoya el cristianismo. A
quien tenga ojos para ver, le aconsejo vivamente que se decida a abrirlos...
2. Fragmento de “Un debate sobre la
crisis conciliar”
En sentido estricto, el misterio de
iniquidad en su plenitud será la abominación desoladora en el lugar santo, es
decir, el reinado universal del Anticristo, cuando se haga adorar públicamente,
secundado por el falso profeta, quien le brindará legitimidad moral y religiosa
ante la opinión pública mundial, y alentará a la humanidad a que acepte recibir
la “marca de la bestia” en su mano derecha o en la frente. Ahora bien, a mi
parecer, el modernismo triunfante en Roma desde el CVII, mediante -entre varios
otros errores-, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo
interreligioso, es una manifestación incipiente de dicho misterio de iniquidad,
pues sienta las bases de una “religión de la humanidad” en la que se integran
todos los cultos, considerados como caminos válidos y auténticos para
vincularse con Dios, rendirle culto y estructurar la vida social. Este
naturalismo e indiferentismo religioso ha sido particularmente visible en las
diferentes reuniones interreligiosas por la paz de Asís, convocadas por los
últimos tres papas, siempre alegando que su fundamento reside en la enseñanza
contenida en los documentos conciliares.
El modernismo es, en el fondo, la
infiltración de la primitiva gnosis luciferina del “seréis como dioses” -suerte
de revelación diabólica contrapuesta a la revelación bíblica-, la que se ha
transmitido desde la caída original hasta nuestros días, de múltiples formas
(hermetismo egipcio, gnosticismo “cristiano”, cábala “judía”, neoplatonismo
renacentista, rosacrucismo, masonería, hegelianismo, etc). El núcleo de esta
doctrina es el panteísmo evolucionista, según el cual la divinidad toma
conciencia de sí misma progresivamente, a través del desarrollo de su
“creación/emanación”, en un lento pero continuo ascenso evolutivo, que va desde
la materia inerte hasta la conciencia espiritual, la que tiene lugar, en su
fase final, en el espíritu humano. De ahí que la condenación eterna sea negada,
explícita o implícitamente, por la teología modernista -la salvación universal,
el infierno vacío, el cristianismo anónimo, etc-, pues una separación
definitiva de la creatura respecto de la divinidad, en el marco de una visión
monista del mundo, carece de sentido.
De ahí también que todas las
“tradiciones religiosas” sean aceptables -aunque se admitan diversos
“grados” de perfección y de precisión en la presentación teórica que efectúan
del “misterio de la existencia humana”-, ya que ellas, en el fondo, no hacen
sino orientar al hombre hacia la plena conciencia de su destino divino, expresando
todas, con menor o mayor fortuna, nuestra naturaleza profunda, la que surge de
la inmanencia vital de nuestras conciencias en vías de divinización.
Que esta experiencia primordial sea
expresada por las diferentes religiones con sus propias herramientas
conceptuales -inherentes a una cultura, un lugar y una época determinadas -, es
algo normal, y no debe constituir un obstáculo para el desarrollo de la
fraternidad humana y la unidad entre los diferentes cultos -evitando el riesgo
de caer en el “sincretismo”, obviamente, nos aseguran con tono tranquilizador y
aires de “ortodoxia” doctrinal, pero construyendo juntos un “mundo mejor” y
cuidando entre todos la “casa común”-, pues lo que nos une es lo esencial y
universal, mientras que lo que nos distingue y separa, es, en definitiva, algo
accesorio, mudable, perfectible, relativo a cada cultura particular.
No me cabe duda que en este engaño
reside la futura religión mundial del Anticristo. Estos falsos principios
fueron entronizados en la Iglesia en el CVII, y luego, han sido aplicados y
difundidos sistemáticamente por todos los papas conciliares. A eso me refiero
cuando digo que el misterio de iniquidad está instalado en Roma desde el CVII…
PARA
MÁS INFORMACIÓN
“Diez
años con Francisco”
https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM
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“Apostasía
vaticana”
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